Con su nueva obra, el joven artista invita a los espectadores a participar y sorprenderse con la ilusión óptica y el infinito. Los trucos, las selfies y la realidad.
Por Hugo Palavecino
hpalavecino@lacapitalmdq.com.ar
Leandro Erlich es uno de los artistas argentinos con mayor proyección internacional. Es conocido por sus trabajos considerados espacios de encuentro e intercambio, relacionados a la invención, la sorpresa, la ilusión, la arquitectura de lo incierto. Sus obras pasaron, y con muy buen suceso, por la célebre Bienal de Venecia, Sean Kelly Gallery (Estados Unidos), XXI Century Museum of Contemporary Art (Japón), Museo Reina Sofía (España), Centre Pompidou (Francia) y SongEun Art space (Corea), entre otros espacios de arte.
En la actualidad, Erlich reparte su tiempo entre Buenos Aires y Montevideo -donde está afincado- cuando no está arriba de un avión. Hace poco eligió exponer “Ascensores” por primera vez en nuestro país, obra que ya presentó en 2011 en Nueva York. La instalación formó parte del Barrio Joven Chandon de arteBA.
La nueva obra del argentino está conformada por seis ascensores que no llevan a ninguna parte y en cuyos espejos no aparece el reflejo del que mira sino el de otro. Como decía Borges “uno es el otro”.
“Siempre me he inspirado en los espacios cotidianos, arquitectónicos, a los que estamos totalmente habituados, pero no motivan mayores reflexiones. A mí me interesa plantear de qué manera estos espacios cotidianos pueden ser diferentes, provocar una sorpresa y a partir de allí un cuestionamiento: cómo esa realidad que nosotros entendíamos de una manera aparece de otra, nos somete a un proceso crítico. Creo de manera intuitiva que esta obra pertenece a su tiempo, tiene que ver con cuestiones que nos involucran, lo real es algo que construimos día a día”, afirmó el artista.
-¿Cuál sería el sentido de trascendencia de la propuesta, si es que la tiene?
-No tengo dudas de que hay una acción de trascendencia en esta obra o como en muchas obras de otros artistas. Quizás lo que planteás es de qué manera esa obra te inscribe dentro de la historia o la importancia… Es como intentara saber cómo sortear la muerte. Imposible de prever qué lectura va a tener dentro de un siglo. Lo que te puedo asegurar es que creo de una manera intuitiva, y esto no se puede probar ni vamos a estar acá para probarlo, que esta obra pertenece a su tiempo. Está alineada con cuestiones que nos involucran hoy y que tienen que ver con la construcción de la realidad, de espacios que nos determinan y nos dan la idea de que la realidad es una estructura estática, cuando lo real es algo que construimos día a día. Es mi punto y lo que me interesa. Por otro lado está la reacción de la gente que se mete dentro de la obra, que se saca una foto o una selfie. Reafirma que la obra está generando un diálogo con nuestra contemporaneidad.
-Como dijiste la obra se completa con la reacción de la gente metiéndose adentro de ella, ¿te gusta ser observador, mirar cómo reacciona?
-Francamente es una pregunta que me han hecho varias veces, no en relación a esta obra sino a otras, y la verdad es que no. No es que no tenga expectativas con respecto a la respuesta que la obra pueda tener. Fundamentalmente, la obra plantea una situación que hay algo premeditado en el proyecto que ya anticipa qué posición y qué juego va a tener la gente. Para la gente va a haber una sorpresa y para mí esa sorpresa ya estuvo, de alguna manera, pensada. Y realmente no tengo interés en ver como si fuera un experimento, donde el público se transforma en un conejillo de indias, para ver cómo reacciona. El proyecto está ahí. Te diría más: es como quien mete un mensaje en una botella y la tira al mar y ahí va, ya lo soltaste. Ya estoy en otro proyecto pensando en otra obra en otras cosas.
-Muchas obras tienen una ilusión, una trampa para los ojos. ¿Te interesa que la obra no se quede ahí? ¿Hay cómo un doble juego en lo que planteás?
-Sí, creo que en ese sentido es bastante evidente que el truco no es importante. No te puedo decir en cuantos segundos o minutos pero en muy poco tiempo parte de la experiencia es reconocer aquello que no funciona, aquello que no responde al espacio que pensás que estás, es parte de lo que provoca o lo que va despertar ese interés en involucrarse en esa experiencia. Ahí hay un aspecto seductor por parte de la obra: te atrapa dentro de algo…
-Como un anzuelo…
-Como un anzuelo. Sin embargo ese anzuelo tiene una carga interpretativa. No es solamente un artilugio para engañar sino que es un artilugio para ser interpretado de qué manera estos artilugios existen en el orden de la cotidiano, de que manera lo real puede ser otra cosa. El truco está a la vista. Es un punto de partida no el objetivo de llegada.
-Otra lectura posible es que también la realidad tiene esos trucos y se le puede encontrar esa vuelta.
-El truco más pesado de la realidad es el truco más jodido y el más complicado es hacernos creer que la realidad es una situación confinada, una estructura inmóvil. Que el orden de lo real esté asociado a lo ineludible como la muerte o el nacimiento. Hay ciertos factores dentro del orden de lo real que son difíciles de indagar.
-Cuando interviniste el obelisco ¿buscaste aclarar que no era una ilusión óptica sino más bien arte? ¿Cuál es la diferencia entre aquella obra y esta?
-Cuando se hizo lo del obelisco mucha gente se preguntaba cómo estaba hecho. Incluso hubo medios que mandaron un dron. El truco no es relevante como mensaje. Lo que puede llegar a ser trascendente, por lo menos para mí, tiene que ver con la construcción de una ficción que tiene un sentido. No preguntes cuál es el sentido. Intepretalo.